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jueves, 14 de febrero de 2008

Dejad que se extingan los pandas de una vez


Uno se alegra de que los ecologistas no hayan existido hace 65 millones de años para evitar la extinción de los dinosaurios. El suceso que propició dicha extinción supuso, parece ser, un punto crítico en la evolución de las especies. Gracias a ello, la evolución pudo tomar otro camino que desembocaría en el más perfecto de los géneros, el cual no sólo es diferente de los demás en grado sino además en calidad: el hombre.

No doy por hecho que la teoría de la evolución sea de por sí suficiente para explicar el origen de todas las especies y particularmente del hombre. Pero la selección natural ha de considerarse un hecho; el conocimiento necesita certezas y hay demasiadas evidencias para negarla. Diremos que explica, al menos, el origen físico, químico, las estructuras orgánicas de los seres vivos.

Tampoco estaban los ecolectivistas cuando se extinguieron los mammuts, los tigres dientes de sable o los osos de las cavernas. Ni hicieron falta. En la naturaleza, las especies que no se adaptan al medio mueren. El hombre, siendo la más perfecta forma de vida en la Tierra, adapta el medio para su felicidad. En palabras de Ayn Rand:

La diferencia entre los animales y los humanos es que los animales se cambian a sí mismos para adaptarse al medio, mientras que los humanos cambian el medio para adaptarlo a ellos mismos.
Sí, necesitan adaptarse. Ya sea cambiando su alimentación, ya sea desarrollando nuevos medios de caza y recolección, ya sea adaptándose a la competencia con otras especies, ya sea aumentando su prole. El bambú es cada vez más escaso y el panda gigante lo necesita para vivir. Además, sus mecanismos para la reprocucción no son suficientemente exitosos: baja frecuencia de apareamiento, alto periodo de ovulación de las hembras y un periodo de gestación de unos cinco meses. Tampoco lo son sus mecanismos de absorción de nutrientes, por lo que necesitan mucho alimento al día, unos 12 kg de bambú como mínimo -pueden consumir hasta 40 kg al día. Sería una extinción más en el proceso de selección natural. Sin embargo, se está actuando contra naturam, reservando bambú para esos seres inferiores y despilfarrando dinero en reservas y protecciones.

Adaptarse o morir. Una cosa o la otra. Adaptarse incluye adaptarse a la acción del hombre. Adaptarse a que nosotros, por nuestra felicidad, arrasemos bosques. Nosotros no nos adaptaremos a sus necesidades, nosotros adaptaremos el mundo a las nuestras.

Cuando se trata el problema de la extinción de una determinada especie, hay dos formas de abordarlo.

  • La mística y ecolectivista: Hay que preservar la especie porque sí. ¿Argumentos? Nada más que una serie de juicios morales insostenibles. Que el hombre es el culpable y el hombre debe arreglarlo. ¿Culpable de qué? De buscar su propio bien, de mejorar el mundo. Someter los juicios y las premisas a revisión es un deber moral, ya que necesitas verdades para vivir, y para acertar en el descubrimiento de la verdad debes antes asumir que puedes fallar. Errar es humano, pero persistir en el error es diabólico. Esto, persistir en el error, persistir en la negación de revisar los propios juicios por meros sentimientos de compasión, es vicio intelectual y el origen de todo vicio, desprecio hacia uno mismo y pretensión de corromper las mentes de los demás. Si persistes en la afirmación de que dejar que una especie se extinga es cruel -evitando revisar tus premisas por la sensación desagradable que te podría producir asumir que son falsas-, siendo el único motivo tu sentir compasivo, estarás rechazando pensar, rechazando conocer la verdad, rechazando obrar moralmente: estarás cerrando los ojos a la realidad.
  • La sensata: Hay que valorar, id est, discriminar. Hay que preguntarse: ¿qué otros organismos dependen para su supervivencia de la pervivencia de la especie en peligro de extinción? Dicho de otro modo: ¿qué otras especies se alimentan exclusivamente del material de la especie en peligro de extinción? Y además: ¿cómo afecta al hombre y a la civilización la extinción de dicha especie?
Algunos ecologistas estudian el impacto que determinadas prácticas tendrían para la civilización. Pero el movimiento ecologista, ecolectivista, se sostiene sobre arenas movedizas -se sostiene sobre un sentimiento. Tendría sentido hacer campaña para evitar la extinción de una especie si tal extinción supusiera un fuerte impacto en el medio ambiente con consecuencias negativas para el hombre. No tiene sentido gastar energías y dinero en aras a preservar una especie que no es vital para ninguna otra especie. Se obra así como si los animales tuvieran derechos. No: los animales no tienen ni pueden tener derechos. Los derechos del hombre -no hay otros- se deben a un hecho metafísico que lo diferencia de las demás especies: su conciencia es volitiva. Alma, espíritu, ego, etc., como se quiera llamar. El hombre se hace a sí mismo, elige qué hacer, cambia lo que puede cambiar sin violar las leyes de la naturaleza; piensa, observa la realidad y dialoga para llegar a reglas morales verdaderas. Los animales no pueden elegir entre hacer el bien o hacer el mal, ni discutir sobre moral y ética, y, por lo tanto, no son ni podrán ser sujetos jurídicos.

¿Se puede hablar, acaso, de obligaciones de los hombres hacia los animales? No más obligaciones que hacia los minerales, los vegetales o a los gases: sola y exclusivamente en el grado en que se vea afectada la felicidad del hombre. Esto es: en tanto nos sirvan para la supervivencia, la alimentación, la recreación, la investigación científica, la prueba de armas, la acumulación de conocimiento, la cosmética, la ropa, etc.

El hombre no necesita para ser feliz que los pandas gigantes sigan viviendo. Al contrario, el hombre debe explotar el mundo, modificarlo para su propia felicidad... y esto puede implicar hacerse con todo el bambú que queda. Deben abolirse las leyes de protección de seres viles, deben ser respetadas las leyes de la naturaleza y debe dejarse de gastar dinero en la preservación del medio ambiente. El hombre no debe preservar el medio sino mejorarlo de acuerdo a su demanda. Dejad que los pandas gigantes se mueran de una vez.

El ecolectivismo es un obstáculo en el camino del hombre en la búsqueda de su felicidad. Salvad la Tierra... de los ecolectivistas.


2 comentarios:

Wm Gille Moire dijo...

Mi contraargumento favorito: si los animales no tienen derechos porque no pueden discutir acerca de ética y moral, tampoco los tienen los fetos, ni los niños recién nacidos, ni los retardados mentales, ni los que han sufrido un gran daño cerebral, ni los comatosos en estado terminal.

Tal vez digas que todos esos personajes son, en esencia, y pese a su situación temporal, humanos, y que por lo tanto, al menos en principio, o potencialmente, sí podrían discutir acerca de ética y moral. En tal caso mi respuesta será: demuestra que son humanos o que participan de la esencia Hombre [ver el otro post, sobre el problema de los universales]. Puedo concederte que un comatoso terminal, conectado a tubos y aparatos, parece hombre; pero no te puedo conceder tan fácilmente que es hombre. Porque, viéndolo bien y fríamente, también parece un objeto inanimado que se mueve sólo por la acción de estímulos eléctricos.

Eigen dijo...

Porque, viéndolo bien y fríamente, también parece un objeto inanimado que se mueve sólo por la acción de estímulos eléctricos.

No lo niego. En tal caso, podemos afirmar que no es humano. A los hipotéticos hombres sin facultad racional -si puede existir un hombre sin la menor facultad racional- Ayn Rand los denomina, en sus diarios, sub-humans.

Pero un recién nacido, y probablemente también un feto, parecen tener un cierto principio intelectivo y una cierta volición. Lo que ocurre es que no lo han desarrollado. Cuando un niño empieza a elegir entre el bien y el mal, y a preguntarse por su naturaleza, sucede que ha desarrollado su facultad psicoepistemológica hasta ese punto, pero no que la halla adquirido súbitamente en ese instante.